«—¿Hasta que la muerte nos separe?
—Eso es, hasta que la muerte nos separe».
Me miró y se sonrÃo. ¡Qué cosas se dicen en las pelÃculas! pensé, creo que él también.
—¿Follamos mejor? —propuse, bromeando, mientras me incorporaba y colocaba a horcajadas sobre él, que estaba sentado en el sofá.
- Pufff, ¡cómo decirte que no! Ven aquÃ.
Me subió el ligero vestido y agarró mi culo con sus dos grandes manos mientras yo movÃa mi cadera y apretaba mi cuerpo contra el de él.
—No sé si voy a poder esperar —me dijo. —Tengo tantas ganas de metértela... —se mordió el labio inferior poniendo un gesto de lo más apetecible en su cara, tanto que no pude reprimir las ganas y le acompañé mordiéndole yo misma.
—Pues hay que esperar. Juan no tardará en llegar, y me joderÃa bastante quedarme a medias. Además, tenemos la noche para resarcirnos ¿no te parece? —le dije y observé que una sonrisilla escapaba por las comisuras de su boca. Hizo un gesto afirmativo con la cabeza y acto seguido metió su mano por dentro de mi braguita llegando a alcanzar mi clÃtoris, algo inflamado en ese momento.
-¿Estás cachondilla eh? y bien mojadita... me encanta. Te lo comerÃa ahora mismo, lo sabes, ¿verdad? - Intentó cambiarme de postura, pero no le dejé. No podÃamos ponernos al tema en ese momento. - Eres mala... quiero tenerlo en mi boca ¿no me dejas?, venga déjame solo un poquito - Agarrándome la cadera hizo el esfuerzo de levantarme y yo me dejé llevar. Levanté mi cuerpo, guiada por sus manos y coloqué mi sexo sobre su cara, apoyándome con las manos en el borde del sofá. Retiró mi braguita y acercó su lengua.
—Joder Miguel, está a punto de llegar este y tenemos que terminar el proyecto —pero no podÃa seguir hablándole, el placer me cerró la boca y terminé la frase soltando un gemido de gusto — ¡Qué gusto joder! —dije en voz alta, lo suficiente como para tapar el ruido de la puerta de casa cuando se abrió y Juan, vecino, amigo y compañero de trabajo, entró en el salón y se quedó de piedra al ver nuestra imagen.
De repente, todo fue raro.
Juan no entró en el salón. Se quedó en la puerta, apoyado contra las jambas. Le oà hacer un ligero sonido de tosecilla forzada, como para que nos diésemos cuenta de que él estaba ahÃ, viéndonos. Le miré y quise levantarme pero Miguel sujetó mis caderas contra su cara, me miró y negó con la cabeza y siguió con su lengua recorriendo mis labios inferiores, y acariciando mi clÃtoris repetidas veces.
—¿Qué pasa aquÃ? ¿Cómo vamos a seguir Miguel si Juan acaba de llegar? ¿Estás pensando en hacer trÃos? —le pregunté muy bajito mientras seguÃa sintiendo su lengua, gustosamente, en mi sexo. Miré a Juan que estaba apoyado sin quitarme la vista de encima. Devolvà la mirada a Miguel que seguÃa a lo suyo.
—MÃrame a mi —me pidió Juan. Le miré extrañada. Miguel comenzó a mover mis caderas y yo continué el ritmo que él habÃa iniciado mientras clavaba los ojos en Juan. Juan llevó una de sus manos a su entrepierna y se empezó a acariciar. La situación era extraña, pero me excitaba tener a Juan mirando y, por supuesto, la lengua de Miguel haciendo maravillas en mi, más que húmedo, sexo. Me dije a mi misma, "olvÃdate de trÃos, céntrate en placeres".
Juan se acercó mientras iba desabrochándose el pantalón vaquero. Antes de alcanzar la alfombra, se quitó las deportivas, los pantalones y los calzoncillos. Él también estaba excitado. Cogió su pene y comenzó a masturbarlo, despacio, mientras se aproximaba a mÃ. Dejé de mirarle y me centré en Miguel, quien habÃa introducido su lengua en mi vagina. De pronto, otro cuerpo se habÃa acercado al mÃo y otras manos acariciaban mis glúteos.
Sus manos movÃan mis cachetes, los apretaban y separaban. Tras palpar mis nalgas, de manera casi compulsiva, ascendió por mi cintura, subiendo por mi espalda, metiendo las manos por debajo del vestido. Desabrochó mi sujetador. Luego llevó sus manos hacia delante y comenzó a jugar con mis pechos. Rodeaba mis pezones con sus dedos jugando con ellos.
Miguel me separó de su lengua. Bajé del sillón y me quedé a la altura de Juan. Este, me dio la vuelta y me apretó contra él, cogió mi cara para alcanzar mi boca. Sus manos volvieron a reposar sobre mis pechos. Notaba lo duro que estaba contra mis glúteos. Dejó reposar su pene, bien erguido, entre mis nalgas.
Miguel se estaba desnudando. Alcanzó un preservativo de su cartera y se lo colocó. Se acercó hacia mÃ, por delante. Cogió una de mis piernas y la levantó para dejarla apoyada sobre el sofá. Agarró su miembro y lo introdujo lentamente en mi vagina, muy húmeda y caliente. Estaba tan excitada que nada ya me importaba. Miguel entraba y salÃa de mi dejándome sentir el pliegue formado por el prepucio retirado, lo que me daba un mayor placer. Sus movimientos, aunque eran lentos, eran contundentes. No necesitaba sujetarme a ningún lugar, el cuerpo de Juan me detenÃa. Mientras, este continuaba jugando con mis pechos mientras me comÃa la boca.
El improvisado lugar de juego se habÃa llenado de ropa masculina por doquier. Nuestros cuerpos, ya desnudos, comenzaban a soltar las primeras gotas de sudor. El ambiente se habÃa ido calentando y nosotros tres también. Sentà el pene duro de Juan intentando acceder por detrás. Me sobresalté. No es que no quisiera, es que necesitaba preparar aquella zona. Retiré a Miguel y después me separé de Juan.
Desnuda me dirigà hacia el pasillo, rumbo a mi habitación. Antes de salir del salón me di la vuelta y los miré: —¿Os vais a quedar ahà como dos pasmarotes? —Se sonrieron y vinieron detrás.
De pie, ya en mi habitación, ambos se acercaron a besarme y tocarme. Yo sujeté con cada mano sus penes. Estaban duros, muy duros. Comencé a acariciarles, tratando de acompasar el movimiento de mis dos manos, tarea que no me resultaba en absoluto sencilla.
Fui tirando un poco de ellos hacia la cama y empujé a Juan al colchón. Saqué un condón de la mesita de noche y se lo coloqué. Me subà a horcajadas y me penetré. Miguel nos miraba mientras se tocaba. Galopaba sobre Juan, su pene era grande, me llenaba con su maravilloso tamaño. Miguel se colocó tras de mi, nos colocó a su interés a Juan y a mi misma. Yo habÃa dejado un botecito de lubricante cerca. Lo cogió y lubricó su pene y por supuesto el camino trasero de acceso que pensaba utilizar. Prueba arriba, prueba abajo, en un momento tenÃa a aquellos dos hombres dentro de mi, moviéndose rÃtmicamente, dándome un placer nunca imaginado.
Me sentÃa salvajemente sexy, deseada. Mi cuerpo se estremecÃa con cada empujón que ellos daban. Sus gemidos y los mÃos se mezclaban en la habitación de color violeta. Los dedos de Juan se introducÃan en mi boca y mi lengua los lamÃa y chupaba tratando de mantener el control del volumen de mi voz.
-Joder, joder, joder. Dios, no puedo más... me voy a correr - dije, sin poder aguantar más aquella explosión que se habÃa generado dentro de mi.
- Córrete, vamos - dijeron casi al unÃsono. Y obediente, eso hice. Mi vagina se contrajo, mi musculatura anal también, aquella contracción, mi gemido al alcanzar el clÃmax ayudaron a Miguel a correrse apenas unos segundos después. Juan habÃa terminado poco antes, de manera silenciosa. Miguel se retiró primero y me besó, mostrándome cariño y dulzura, algo que agradecà en aquel momento. Después me levanté yo y besé a Juan, que estaba completamente relajado en la cama, casi catatónico. Nos sonreÃmos y nos tumbamos los tres juntos.
Creo que llegamos a quedarnos dormidos durante algunos minutos. Luego me levanté, me puse una bata y me vine al salón a escribiros este episodio que hemos vivido juntos. Un episodio especial que espero que quede guardado en la memoria de nosotros tres siempre. Esto es para vosotros, la mejor combinación para hacer trÃos perfectos.
Os quiere Nina.