En la vieja librería de la calle Mayor, Teresa curioseaba en las estanterías, ordenadas según estilo literario. De repente, paró el dedo sobre un libro de su autor favorito "Noches de cuento", era el segundo libro del autor y ella por supuesto lo tenía, como todo lo referente a él. Pasó un dedo por su lomo y lo cogió, abrió sus pastas e introdujo su pequeña nariz entre las mismas, un olor embriagador a papel salía de ellas, algo cayó al suelo. Teresa se agachó a recogerlo."¡No me lo puedo creer!" pensó Teresa. Lo que había recogido del suelo era una nota del autor que rezaba lo siguiente: "si me has encontrado, ¡Eres tú!... 6########7, firmado El autor".
No daba crédito a su suerte, de repente tenía el número de teléfono de su autor favorito, "¡Qué nervios!". Teresa guardo el papel cuidadosamente en su cartera y salió de la librería. Cogió la calle mayor para dirigirse al parque de Las Camelias, uno de sus sitios preferidos para pensar, lleno de grandes árboles y pequeñas fuentes borboteantes, caminos de tierra y bancos de madera, ideales para pensar. Se sentó en su banco de siempre y rebusco en su bolso hasta encontrar la nota. "Voy a hacerlo", pensó y grabó el número de la nota en su teléfono móvil. Acto seguido se metió en WhatsApp para comprobar si aparecía él y... allí estaba sonriente desde su foto con un halo de misterio.
Teresa se armó de valor y mando un mensaje "Hola! soy Teresa. Encontré tu número en una nota que había escondida en uno de tus libros de la librería que está en la calle Mayor, soy muy fan tuya y...bueno me he decidido a probar suerte". Casi al instante "El autor" respondió "Hola Teresa! Qué bien que hayas respondido. Mira se trata de un juego y en él pues puedes pedirme lo que quieres que haga por ti como fan mía".Teresa no daba crédito a lo que estaba leyendo, se sentía afortunada..."lo que yo quiera...y...¿Qué quiero de él? Quizás un libro dedicado... No, eso lo puedo tener en las firmas de libros, un café... Creo que me voy a arriesgar, total no me conoce, no tengo nada que perder...".
Teresa comenzó a teclear en su teléfono con muchas dudas: "Quiero...quiero una noche de pasión contigo, una noche como la que cuentas en alguna de tus historias. Eso quiero. ¿Podría ser?" El autor se quedó boquiabierto ante tal petición, cierto es que ahora no tenía pareja pero... acostarse con una desconocida... Miró la foto de perfil de ella, era realmente guapa, algo mayor que él pero le atraía, bueno al menos su foto le atraía. "Trato hecho, tú tenías que pedir un deseo y yo te lo concedo. Quedaremos esta noche en el Hotel Petit. No te retrases y ponte guapa. Haremos de esta noche una noche inolvidable", escribió El Autor.
Teresa no podía creerse que le hubiese dicho que sí. ¡Qué locura! Era lo más loco que había hecho en tiempo. La tarde pasó lenta y con nerviosismo. Llegó la hora de arreglarse. Se metió en la ducha y utilizó esa mousse que huele tan bien, repasó meticulosamente su piel con la cuchilla, quería estar perfecta. Lavó su pelo. Salió de la ducha y extendió por su piel un aceite de almendras dulces: comenzó por sus pies, sus piernas frotando suavemente, ascendió por las nalgas, la tripa, sus pechos que endurecieron los pezones al tacto suave de sus manos, no pudo evitar entretenerse un rato con ellos, la excitación de la cita ya estaba presente en ella. Quitó el exceso de aceite con una toalla. Desenredó su pelo largo. Se miró al espejo y se vio bien, a pesar de rondar casi los cuarenta todo estaba en su sitio.
Eligió un vestido negro para la ocasión, con unas piedrecitas en los hombros y la espalda muy escotada, se puso ropa interior negra de encaje y esta vez utilizó medias y ligueros para agregar más sensualidad, se calzó los tacones. Volvió al baño para maquillarse, sombras neutras, una raya marcada negra, rimmel y los clásicos, pero siempre sexys, labios rojos. Se puso los pendientes. Se volvió a mirar y salió contenta y excitada hacia el lugar de encuentro, el Hotel Petit.
Entró en el Hotel y subió a la suite 205 como había especificado El Autor. Frente a la puerta respiró hondo se acomodó el vestido y tocó con los nudillos. Desde el interior una voz de hombre dijo "Pasa" y Teresa pasó. El Autor estaba sentado frente a la puerta en un sofá orejero bebiendo lo que parecía una copa de vino, detrás de él crepitaba el fuego en la chimenea. La habitación estaba únicamente iluminada por la tenue luz del fuego. "Acércate" ordenó. Y Teresa se acercó. El Autor acarició a través de las medias la piel de Teresa desde el borde de su falda hasta la rodilla, pronunciando estas palabras mientras la miraba fijamente a los ojos: "Bienvenida a tu deseo Teresa". Atrajo a Teresa hacia él de manera que ella quedó sentada en su regazo.
Teresa se sentía super excitada, no podía casi ni respirar. "Estoy aquí con el hombre que llena mis días de relatos y está vez yo seré la protagonista de sus páginas". Él apartó a un lado la melena de Teresa y acercándose la beso. Un beso húmedo, intenso, insaciable. Con sus manos recorrió el cuerpo de Teresa parándose en sus pechos, masajeándolos por encima del vestido. Bajando después una de sus manos para colarla por debajo del vestido, siguiendo el calor que emanaba su sexo. "Uff, ¡lleva liguero!" pensó El Autor y decidió juguetear con sus dedos por encima del tanga húmedo de Teresa.
Un pequeño gemido furtivo escapó de la boca de ella. A él le dio la pista necesaria para saber dónde presionar en busca de su placer, así que apartó su tanga sin dejar de besarla. Abrió sus piernas en busca de espacio y comenzó a penetrarla con sus dedos, rítmicamente, buscando el orgasmo de Teresa, su primer orgasmo de la tarde. Los jadeos de Teresa se hicieron más sonoros y acompañaba el movimiento de los dedos de El Autor con los de sus caderas "uff, me encanta" jadeaba. El autor le pidió "ponte de pie y quítate el vestido". Teresa lo hizo iluminada por el crepitar de las llamas. "Es una Diosa" pensó él lleno de deseo, la observó un momento y volvió a sentarla en sus rodillas.
Siguió mirándola a los ojos mientras bajaba su sujetador dejando sus pechos parcialmente descubiertos, lo justo para poder saborear, mordisquear, lamer esos pezones duros. Se puso a mamar esas tetas mientras masturbaba a Teresa. Ella gemía sin parar mientras miraba como se comía sus tetas. Antes del orgasmo él decidió parar y sentar a Teresa en el sillón. De pie delante de ella se desnudó dejando a la vista una imponente erección, ella alargó su mano hacia su polla, él la observó meterla en su boca y sintió el placer de tenerla allí dentro. Sin embargo y luchando contra su propio egoísmo la saco de su boca y se arrodilló frente a ella, separó sus piernas y situó el culo de Teresa en el borde del sillón.
Cogió unas tijeras y cortó el precioso tanga negro, no quería quitar los ligueros ni las medias. Observó ese precioso coño... pasó su dedo por los labios, disfrutó su calor y su humedad y quiso ambos en su boca. Comenzó a lamerlo, despacio disfrutando de su sabor, de su olor, de la inflamación producida por la excitación de Teresa, de sus intensos gemidos y de cómo le agarraba la cabeza marcando el ritmo hasta que por fin ella explotó de placer y derramó su elixir en su boca "¡Qué afortunado soy! ¡Quiero follarla!" El Autor puso a Teresa a cuatro patas en el sillón. Teresa giró la cabeza y dijo"fóllame, por favor". Él acercó su polla durísima y la penetró desde atrás agarrando sus caderas. Aumentó el ritmo de la penetración, sintiendo toda su presión, todo su calor. Las piernas de Teresa comenzaron a temblar, también las de él. Aumentó un poco más el ritmo y ..."¡ahhhh, Dios!". Ambos se corrieron simultáneamente.
Salió de ella para desprenderse del preservativo, le preguntó "¿Todo bien?" Teresa asintió. Ambos semi vestidos se sentaron esta vez frente al fuego. Sirvió dos copas de vino, se miraron a los ojos y la conversación fluyó natural. Y charlaron, acerca de todo y de nada. Llegó la hora y se despidieron con dos besos, como desconocidos que eran. Nunca más volverían a intimar, pero un brillo especial asomaría en sus ojos cada firma de libros.